jueves, 21 de enero de 2010

LEYENDA DEL REY MONO IV PARTE

LOS TRES DEMONIOS

Los peregrinos encontraron peligros a lo largo de todo el trayecto, pero aunque pasaron penalidades y tuvieron que luchar duramente, los dioses velaban por ellos impidiendo que nada serio les sucediera. En una ocasión atravesaban un espeso bosque en medio de unas montañas cuando divisaron a un anciano. Su cabello cano y su barba blanca flotaban en torno a su rostro, y se apoyaba en un bastón y sostenía en la mano un cordón con cuentas para rezar.
- Tened cuidado –les gritó-, fijaos en cada paso, pues en este bosque vive una banda de demonios que se alimentan de carne humana. Y el anciano desapareció.

Tripitaka, muy alarmado, descendió inmediatamente de su caballo, pero Mono se internó entre las nubes en busca del anciano que, de hecho, no era otro que la deidad de la Estrella de Oro. Sorprendida de que Mono la reconociera, le dijo, sin embargo, que había tres monstruos en el bosque dispuestos a atacarles, pero que de hallarse en verdaderas dificultades el mismo Buda enviaría a su ejército.

Mono regresó junto a su amo y sintiéndose seguro, se puso a la cabeza de la expedición para explorar. No pasó mucho rato antes de que se encontrara con un demonio centinela que inmediatamente dio la señal de alarma a los demás de su especie, notificándoles que unos extranjeros pasaban por el bosque.

Tened mucho cuidado con este extranjero, pues puede adoptar cualquier forma –decía-, incluso la de una mosca.

Y era cierto, pues de hecho Mono se había transformado en un tábano y zumbaba a su alrededor. Viéndose descubierto, adoptó la forma de demonio centinela y de este modo descubrió que su amo, Tripitaka, era el gran objetivo de los demonios.

- El gran demonio Roc –dijo el centinela creyendo que hallaba con un compañero- se ha reunido con mis otros dos jefes y les ha dicho que tenían que hacerse con el monje que venía de China, no sólo porque su carne es muy sabrosa, sino porque es tan santo que un sólo bocado dará la inmortalidad al que lo coma. ¿Pero quién eres? Nunca te he visto antes.

Mono intentó convencerlo de que era sólo un centinela de otra región, pero el demonio estaba receloso y él se enfadó hasta tal punto que lo mató de un puñetazo. Entonces tomando la forma exacta del centinela muerto siguió el camino hasta que se encontró frente a una inmensa gruta guardada por demonios inferiores. Sin dificultad pasó entre ellos y caminó hasta un corredor lleno de huesos humanos y finalmente llegó a donde se encontraban los monstruos demoníacos. Por desgracia no pudo engañarles a pesar de su aspecto y éstos lo cogieron inmediatamente y lo metieron dentro de una botella mágica.

Estas botellas las utilizaban para destruir a sus enemigos más odiados, porque una vez habían metido a un ser en su interior, éste ya no podía escapar, pues las botellas eran elásticas y se adaptaban a cualquier forma sin llegar a romperse. En cuanto Mono estuvo atrapado en su interior la magia empezó a funcionar y se vio pronto cercado por un fuego extraordinario y luego por centenares de serpientes venenosas, hasta que finalmente tres dragones aparecieron para fundirlo con su fuego mágico.

Mono, que había sobrevivido al crisol de Laozi, no tenía ningún miedo al fuego, y en cuanto a las serpientes hacía un nudo con ellas de modo que resultaban inofensivas. Con los dragones, sin embargo, no pudo. Sintió que su cuerpo empezaba a ceder al calor y ya empezaba a desesperar cuando recordó los tres pelos mágicos que le diera la diosa Guanyin al iniciar el peregrinaje. Con un último esfuerzo alcanzó uno de ellos y se lo arrancó y éste se transformó inmediatamente en una lechuza mágica. Gracias a ella pudo escapar de la botella y salir al aire fresco.

Pero aunque ya no estaba en la botella seguía en el bosque de los demonios y al poco tiempo lo atraparon de nuevo. Esta vez uno de los monstruos se lo tragó. En el estómago de su enemigo, Mono se hallaba bastante a salvo, así que empezó a crearle problemas: le retorcía los intestinos, le hacía nudos, le daba puñetazos, de modo que el monstruo se echó al suelo y se retorcía de dolor gritando:
- Si sales te daré todo lo que quieras.
Pero los demás monstruos decían:
- Arráncale la cabeza de un mordisco, si sale.

Afortunadamente Mono oyó estas palabras en lugar de salir colocó su garrote en las fauces del demonio, quien al morderlo con furia se rompió casi todos los dientes, mientras él se retorcía en su interior. Sólo cuando los monstruos prometieron ponerle a salvo junto a sus compañeros, al toro lado del bosque, Mono salió. Pero los demonios no estaban dispuestos a cumplir su palabra y en pocos minutos se lanzaron sobre Tripitaka, lo ataron a él y a los demás peregrinos y se los llevaron. Mono logró escapar agitando su garrote y siguiéndoles a una distancia prudencial, vio como colocaban a Tripitaka en la olla. Un grupo de demonios inferiores azuzaba el fuego debajo de aquélla, mientras los tres monstruos se retiraban a esperar el banquete. Mono saltó por encima del fuego, lanzó un hechizo a los diablejos y rescató a su amo, pero antes de que pudieran huir los monstruos sospecharon que algo sucedía y se lanzaron sobre ellos capturando a Tripitaka una vez más.

Esta vez Mono se hallaba realmente en situación desesperada y recordando lo que la deidad de la Estrella de Oro le había dicho, se elevó entre las nubes y se dirigió a Buda para pedirle auxilio. Buda le escuchó con paciencia y luego dijo:
- Si, tal vez va siendo hora de meter en cintura a estos monstruos demoníacos. Uno de ellos es el espíritu de un león negro, el otro pertenece al de un elefante blanco, y el más viejo y poderoso es el espíritu de Roc. Este existe desde la creación del mundo. No te preocupes, Mono, enviaré a dos dioses para que luchen con ellos.

Mono se puso a la cabeza y seguido por los dos dioses se dirigió volando por los aires hasta la gruta de los monstruos. Una vez allí golpeó la puerta y les retó a que salieran a luchar con él. Ellos salieron bien pertrechados con sus armas, pero una sola palabra de los dioses fue suficiente para que se quedaran paralizados. Los arrestaron y los condujeron a donde les esperaba el merecido castigo.

Mono encontró a sus amigos en el fondo de la gruta, atados como pollos dispuestos a ser asados, los liberó y todos juntos siguieron su viaje hacia el oeste.

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