jueves, 21 de enero de 2010

LEYENDA DEL REY MONO I PARTE.

EL ESPIRITU DEL MONO

Hubo una vez una montaña que se llamaba la Montaña de las Flores y los Frutos y se elevaba en medio de los mares. En la cumbre de la montaña había una extraña piedra de dimensiones gigantescas, y dotada de poderes especiales, porque cuando Pangu creó el universo se encontraba allí y absorbió las esencias del sol, de la luna, del cielo y de la tierra. Un día , de pronto, la piedra estalló y dio a luz a un huevo también de piedra, que, nutrido por los elementos, poco a poco se transformó en un mono. Este mono, aunque tenía dimensiones normales, no era en absoluto un animal corriente.

Mono exploró los alrededores, saltando y trepando como cualquier mono, comiendo frutas silvestres y bebiendo en las fuentes. Sus compañeros eran los animales de la montaña y los bosques, y sobre todo le gustaba unirse a una tribu de monos, ir donde ellos iban y hacer lo que hacían. Finalmente se convirtió en su guía y los llevó a un refugio detrás de una cascada situada en lo alto de la Montaña de las Flores y los Frutos, y, con el consentimiento de todos, se convirtió en su rey.

Después de haber reinado sobre los monos durante trescientos años empezó a preocuparse por el futuro. Sus súbditos se reían y le preguntaban:
- ¿Qué mejor vida podemos desear que la que tenemos? No nos falta comida, ni bebida ni albergue.
- Hagamos lo que hagamos –contestó-, siempre tendremos que temer a la muerte, pues un día el señor Yama de los infiernos nos reclamará y no tendremos otra alternativa que acudir.
- Oh, rey –dijo un mono-. ¿No has oído hablar nunca de Buda y de los dioses inmortales que nunca mueren?
Mono se alegró mucho al oír estas palabras y dijo:
- Los buscaré para ver si puedo aprender de ellos el camino de la inmortalidad.

Al día siguiente, Mono descendió la montaña y cruzó el mar en una balsa dirigiéndose al mundo de los hombres. Tras pasar un largo período de tiempo perdido por el mundo fue a dar a una montaña donde un leñador le indicó el camino de una gruta que se hallaba en la cima, y donde vivía un hombre santo llamado maestro Subodhi, que enseñaba el camino de la vida eterna. Mono encontró la gruta, pero había una puerta de madera que cerraba la entrada. Mono era demasiado tímido para llamar a la puerta, así que trepó a un pino y se sentó empezando a desgarrar piñones. Al poco rato la puerta se abrió y se asomó un paje que dijo:
- Señor paje, he venido para ser discípulo de tu maestro, no me atrevería a hacer ruido aquí.
- ¿Eres uno de los que busca el Camino? –preguntó el paje.
- Sí –dijo Mono.
- ¡Qué raro! –replicó el paje -. El Maestro estaba interpretando las escrituras cuando de pronto se volvió a mí y me dijo que debía ir a la puerta y dejar entrar a quien viniera en busca del Camino. Supongo que se refería a ti. Será mejor que entres.
Y condujo a Mono ante el Maestro.
- ¿De dónde vienes? –le preguntó éste.
- De la Montaña de las Flores y los Frutos.
- ¡Qué mentiroso! ¡Vete de aquí! –dijo el Maestro muy enojado-. ¿Cómo puedes venir de allá cuando hay que atravesar el mar, por no hablar de toda la tierra que hay que recorrer?

Mono protestó y le contó la verdad, la historia de su nacimiento del huevo de piedra. El Maestro, al darse cuenta de que no se trataba de un mono corriente, lo aceptó como discípulo y le dio un nuevo nombre como era costumbre hacer con aquellos que abandonaban su casa para ir en busca del Camino. El mono adoptó así el nombre de Sun el Iluminado, ya que sun es una de las palabras chinas que significa mono.

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